RBD Para Siempre

4.06.2009

Fernanda: Entrevista con Anahí


"Le tenía miedo a descubrir quién era yo, porque tenía que ser la que decía la revista".

Su calvario duró cinco años a causa de la anorexia y la bulimia. En el momento más crítico, su corazón llegó a pararse. Ahora, con la salud recuperada, espera tener la oportunidad de ayudar a otros con el mismo problema.

En esta ocasión no tengo palabras, simplemente comparto contigo el milagro y la gran oportunidad que Anahí ha tenido para seguir viviendo. Gracias, Anahí, por entregar tu corazón en esta conversación… ¡hasta las lágrimas!

¿Podríamos decir que has estado cerca de la muerte?
¡Qué fuerte pregunta! Pero con toda la fuerza y mucho valor te digo que sí, pasé una etapa muy fuerte; el corazón se me paró unos segundos y todo esto a consecuencia de cinco años de la anorexia y la bulimia que son, como sabes, desórdenes alimenticios y sí, se puede decir que estuve a punto de morir.

Sé que estoy aquí porque Dios me dio una segunda oportunidad. Esto va más allá de mi fuerza, de mi voluntad y de mi valentía.

¿Recuerdas los momentos antes de que se te parara el corazón?
Un tiempo estuve inconsciente, pero entré al hospital por urgencias y poquito después mi corazón entró en paro. Me acuerdo que hasta tres días después desperté como de un viaje eterno y pude estar y hablar… que por cierto, es una sensación muy rara. Llegó un psicólogo a platicar conmigo y me pidió que le dibujara algo; dibujé la sala de urgencias y todo lo que me había pasado.

Fue muy raro, porque el doctor que me atendió en urgencias entró y vio mi dibujo y se sorprendió, porque parecía que yo hubiera estado presente en todo ese tiempo, ¡ahí como viéndome! Yo no recuerdo nada, pero dibujé el lugar tal cual… Creo que hay algo mucho más fuerte que nosotros que decide que todavía no te toca morir y si te dan esa otra oportunidad, tienes que agarrarla con todas tus fuerzas.

¿No había algún tipo de amor por alguien o algo que te sacara adelante durante la enfermedad?
Es que desgraciadamente cuando estás en un problema tan complicado como éste, te aíslas y la gente no entiende lo fuerte que es vivirlo; no entienden que más que un problema emocional es un asunto psicológico y la mente puede ser tan poderosa como para salvarnos y llevarnos a niveles altísimos… o como para hundirnos en lo más horrible que te puedes imaginar.

Mi familia se estaba muriendo conmigo; mis amigos, todos los que me rodeaban, sufrían muchísimo pero, en ese momento, es tan fuerte el laberinto en el que estás metida que no puedes salir; es algo negro alrededor tuyo. Ni siquiera puedes pensar en el amor o en los otros. Uno se vuelve muy egoísta: todo el tiempo piensas en algo tuyo, en hacerte daño sin darte cuenta de que te lo haces.

Es algo muy negativo y no escuchas, no ves, no sientes… es por lo que yo entiendo tan bien a todas las personas que tienen este problema y por lo mismo he tratado de poner mi granito de arena a través de una fundación y de una gran campaña por lo menos para tratar de salvar una vida.

¿Cómo empezó esa autodestrucción?
En realidad, no hay un día ni una hora. Es algo que pasa poco a poco. Empieza desde que no te gusta como te ves… pero no se trata de que te veas gorda o flaca; es algo en ti que no te gusta, algo en ti está vacío y lo más fácil es decir ‘me veo gorda’.

Esto no es un problema de querer estar flaca; es un problema emocional, psicológico. No estás feliz contigo y es por un vacío que hay que buscar de dónde viene. Y a lo mejor, muchas veces, lo único que hace falta es un abrazo.

Es un problema del corazón, de cómo te percibes ante el mundo que te rodea. Le tenía miedo a descubrir quien era yo porque tenía que ser la que decía la revista.

¿Qué crees que haya suscitado esta enfermedad en ti?
Yo creo que la muerte de mi abuela, porque fue mi estabilidad. Mi hermana, mi mamá y yo nos llevamos como tres adolescentes. Mi mamá es mi mejor amiga, tiene un alma de joven impresionante, pero mi abuela era como mi madre. Nosotras tres parecíamos sus hijas. Así que cuando muere, yo tenía 14 años y se me mueve el mundo entero, todo mi equilibrio.

También influyó mucho el medio en el que estoy, por la prensa amarillista, y en aquel entonces yo vivía una etapa muy “púbera”, estaba empezando la adolescencia y muchos medios me hicieron daño; era muy señalada por estar tan flaca o tan gorda o tan alta o tan chaparra, con la nariz grande o con las orejas chiquitas; era como sentir que nadie estaba contento con lo que yo era. Fui el foco de atención desde que nací y para esa edad ya me empezaba a afectar estar ante los reflectores, donde siempre me estaban viendo.

¿Te afectaba tu belleza?
Yo no soy una persona que esté convencida de ser bella o no bella; no me mido con esa vara. Después de la enfermedad me asumo como una persona única, ¡esta soy yo! Y no trato de ser otra. Habrá gente mucho más bella, mucho más fea, más alta o más chaparra, pero yo antes de la enfermedad no entendía que lo importante es no pretender ser alguien más.

¿Te afectó la fama?
Yo creo que en ese entonces sí… y además, se muere mi abuela; me sentía muy descontrolada, yo no sabía encontrar mi personalidad porque, ¿cuál era? ¿La de la tele?, ¿la de mi casa? ¿Cuál? Y me tocó aprender con un trancazo, que gracias a Dios libré.
¿Hoy cuál es tu vulnerabilidad?
Creo que son esos instantes en que siento que alguien me hace daño o quiere llevarse algo de mí. Hay gente con la que platicas y su mirada es muy envidiosa, muy fea, con cizaña, que quieren llegar a ese punto en el que te quieren destruir o encontrar esa vulnerabilidad para aplastarte.

En este instante estamos teniendo una conversación muy fuerte y no siento eso; veo tus ojos y siento honestidad, sensibilidad, nada de maldad en tus preguntas; te siento aquí conmigo, interesada en mi historia pero, ¡lo otro es tan feo! Esa sensación de que alguien te quiere lastimar… y es cuando sale mi vulnerabilidad y no lo permito, porque no me gusta esa gente que lastima y que no te dice sus verdaderas intenciones, porque no se ve a sí mismo.

Pensemos en las peores condiciones físicas de tu cuerpo durante la enfermedad, ¿cuáles eran?
Pesaba 35 kilos, como el peso de una niña chiquita; mi cuerpo se descompuso. Se te cae el pelo, las uñas, tus dientes se manchan, tu piel se reseca como una lija. ¡Es muy fuerte, Fernanda! Lo más grave es que dejé de tener mi ciclo menstrual, dejé de vivir… se detiene el reloj de tu vida y te das cuenta de lo mal que estás.

¿Qué veías en un espejo?
¡Veía un vacío tan grande! Y siempre se lo digo a las personas que hoy ayudo, que cuando te ves en un espejo así, ya estás muerto, porque ya sabes que falta poquito, es una muerte lenta. Por eso les digo, si todavía se pueden ver en el espejo, tienen una oportunidad, por eso la canción “Sálvame”.

¿Te veías muerta?
Totalmente vacía, veía algo muy doloroso; es una enfermedad, es una adicción y lo duro es que hay días que quieres salir pero no sabes cómo, ¡no puedes! Te ves como una porquería. Fernanda, algo te gana y contra eso siempre pierdes la batallas, porque no sabes cómo salir.

Hoy te digo que tienes que buscar ayuda profesional porque sólo no puedes, por eso tengo la fundación, un número de teléfono para que pidas ayuda, una página de Internet para que te enteres… porque es difícil saber qué hacer cuando estás adentro. Lo más importante es poder decir ¡ayúdame! Y si no quieres que te vean, por lo menos habla por teléfono con alguien que te entienda.

¿Tú pediste ayuda?
A mí me metieron a clínicas una y otra vez, pero siempre encontraba un pretexto para salirme de ellas y culpaba a otros por no poder ayudarme; pensaba que podía sola, porque uno se engaña; te vuelves muy inteligente para no afrontar la enfermedad, empiezas a ser mañosa. Yo le decía a mi mamá que en las clínicas me maltrataban, entonces ella iba por mí.

¡Tu mamá, Anahí! Qué duro fue para ella, ¿no crees?
Mi mamá es una mujer tan fuerte, tan valiente, que vio a su hija hacerse daño una y otra vez y no sabía qué hacer, ¡por lógica! Ella me decía: “¿Que necesitas? Por favor, déjame ayudarte, ¿qué hicimos mal?”. Pero yo no me dejaba.
¿Hicieron algo mal?
¡No hicieron absolutamente nada mal! Hoy sé que es mi responsabilidad y soy muy afortunada de tener a la familia que tengo, los amigos que tengo, ¡los fans! Fernanda, los fans vivieron conmigo mi enfermedad y me escribían cartas y hacían guardia afuera del hospital; no sólo han estado conmigo, en cualquier país, en las buenas; me han acompañado en el peor momento de mi vida. Había tanto amor a la redonda y yo no reaccionaba, cada día era peor.

¿Qué decirle a quien vive con alguien con anorexia o bulimia?, ¿qué decirle al marido, al hijo, a la mamá…?
Lo primero y lo más importante: ¡no los juzguen! Porque cuando te sientes juzgado lo primero que vas a hacer es esconderte y negarlo. No los regañen, busquen ayuda profesional. Hablen con la persona, díganle: “Yo se lo que te pasa, entiendo, no tengas miedo, no eres mala por hacer esto; no eres mala por tomar un laxante o por no comer; no lo escondas, vamos a buscar ayuda”.

Hay que hablarlo así, tranquilos, sin miedo, sin alterarte y entender que la persona no lo está haciendo porque quiere, sino porque está enferma. Que la abracen, porque quizá es lo que necesita para salir adelante. Que le digan que es una batalla que van a librar juntos, que la lleven a pedir ayuda, que no los abandonen, que no tengan miedo de lo que les está pasando, que los escuchen, que los entiendan con amor, con paciencia, poco a poco…

Que se conviertan en un apoyo y, sobre todo, díganle que no es su culpa y no se muestren indiferentes ante la enfermedad. Esto no es una locura ni es un problema sencillo, se necesita mucha paciencia. Los invito a que se acerquen a la fundación para ayuda profesional, psicológica, emocional y física. ¡Por favor, háganlo!

¿Y tu papá?
Muriéndose igual, junto conmigo. Nunca voy a poder pedirles perdón por haber hecho esto y ellos con su amor me dicen: ¡no pidas perdón, fue una enfermedad que te atrapó! Fuiste una víctima.

En relación a lo hábitos, ¿cómo eran los tuyos?
No te los puedo contar, porque al hacerlo le daría ideas a los que padecen la enfermedad. Fuera del micrófono te cuento lo que quieras, pero el gran problema es que cuando narras tus hábitos, que es un tema muy fuerte, estás generando ideas para otros.

Una de las cosas más fuertes para mí era leer libros de testimonios de cuántas veces vomitaban y cómo, para yo hacer lo mismo. Nunca falta la revista o el programa que te comparte experiencias y que uno busca cuando está enfermo, para hacer eso y más… ¡Yo leía libros, revistas, páginas de Internet para darme ideas! Yo veía el consejito y me lo seguía al pie de la letra.

Así que en relación a tu pregunta, sólo te contestaría que las características en el tema de hábitos es que las personas o dejan de comer, vuelven el estómago o usan laxantes, diuréticos o cualquier tipo de mezcla. Yo no llegué al punto de laxarme, porque todo lo que entraba, salía y qué bueno, porque mi corazón ya no aguantaba y con eso me hubiera muerto más rápido.

¿Cuánto tiempo dejabas de comer?
Gracias justamente a un testimonio que venía en un libro, que contaba la historia de una mujer que al final había salido adelante -quiero que sepas que no nos interesa el saber que salen adelante, nos importa saber cómo le hacían mientras estaban enfermas-, aquel libro me dio una idea, que era 11 días sin comer por uno de tomar agua, comer algo y volver el estómago; once y uno, once y uno… y yo seguí al pie de la letra su consejo y así lo hice muchas veces. Yo me levantaba de una silla, daba dos pasos y me caía; no podía hacer nada, no podía trabajar, ¡no tenía fuerza! Punto.
¿Hoy cuánto pesas?
No sé. He de pesar 48 kilos y estoy bien; según el doctor, ése es mi peso para mis 25 años. Hago ejercicio, nado, juego tenis, no le tengo miedo a la comida, ¡como lo que quiero!, no tengo vicios. Dejé atrás a la persona que se hacía daño y quizá mi problema ahora es que me fui al lado contrario, porque soy extremadamente positiva, intensa y todo lo vivo con mucha pasión.

Mi péndulo se fue para el otro lado y creo que en algún momento tendrá que equilibrase. Hoy sé que siento, que aprendí una lección muy grande; no me culpo. Si Dios me dejó, es para ser mejor y si hablo de esto es porque quiero ayudar. En este momento estoy trabajando en ser una persona menos explosiva cuando me enojo y en ser una persona no tan dada a los demás, porque siempre quiero arreglar la vida de todos, tratando de que todos sean tan felices. ¡Es terrible!

¡Te recomiendo que leas Mamás de teta grande!
¡Sí, ya me lo recomendaron!

¿Qué has destruido de ese pasado?
Algún día, viendo fotos, rompí algunas porque sabía que si mi mamá las veía, le causarían un gran dolor. Eran imágenes muy fuertes, de una niña muy enferma, con una sonrisa medio perdida y una mirada vacía y muy triste…

Me quedé con algunas fotos, porque creo que es muy importante no enterrerar el pasado y pensar que no pasó nada. Ahí está y no lo podemos ocultar, tienes que decir… ¡esto lo viví! También soy ésa y por eso hoy estoy aquí.

¿Comparativamente, tu historia con el resto de las que has escuchado y conocido a través de la fundación, que calificación le darías a tu experiencia?
Desgraciadamente, hay muchas mujeres que por menos tiempo o mucho menos cosas que yo hice, ya no están aquí y eso para mí es lo más doloroso. Hay mujeres que tienen una altura impresionante y bajar de peso para ellas es mucho, pero aunque no bajen tanto…

¿Te acercas a quien ves enferma y hablas con ella?
Me acaba de pasar hace poco en una boda y me acerqué y le hablé; le dije que sabía que tenía miedo, que podía salir, que era hermosa. Le dije: “¡Deja de estar encerrada! Eres mejor que esto”, etcétera y se le llenaron los ojos de lágrimas, pero en ese instante me soltó la mano y se fue, no lo pudo resistir; tengo la esperanza de que esos ojitos llenos de lágrimas signifiquen mucho en su vida y que le haya removido algo y haga algo al respecto, porque se veía muy mal. Hay muchos rechazos, Fernanda, es muy duro.

¿Has pensado por qué esto no pasaba en la generaciones de nuestras mamás o abuelas?
Creo que la mayor parte de la culpa la tienen los medios de comunicación, porque los estereotipos de belleza no son sanos, ni normales. Vemos como perfección a una niña que está en los huesos, a niñas en los desfiles de modas que se caen de los tacones, porque el tobillo no las detiene. ¡Es grave!, porque eso es lo perfecto.

¿Hoy, que es la belleza para ti?
Hoy la belleza para mí es un cuerpo sano.

¿Cuáles son las mentiras que se dijeron de ti?
Que estaba loca, que seguramente era drogadicta, ¡qué ignorantes! No entendían, no sabían lo que era una enfermedad como ésta y por eso fue que decidí hablarlo públicamente, para callar a todos los ignorantes y dar información valiosa sobre este tema, porque el asunto no es sencillo, ¡te puedes morir! Fernanda, a un enfermo hay que ayudarlo, no tratar de hundirlo más con ignorancia.

Hoy, con la fundación, quiero salvar una vida como se salvó la mía... Hoy estamos trabajando en una nueva campaña, en un libro en donde no te dé ideas para seguir en lo mismo, en donde puedas salvarte y salir adelante

¿Hay algo de esos momentos que no hayas compartido con los medios?
Hay muchos, Fernanda, pero te los guardas porque no tienes el valor de decirlos o porque no quieres lastimar a tus seres queridos, pero el día que una prima me llevó a urgencias sentí realmente que me moría y eso no se los he dicho, pero sabía que era el fin para mí, ¡me sentía tan mal

Y doy gracias a que el hospital quedaba a un minuto de mi casa. Yo le huía a los doctores y para haberle dicho a mi prima ¡no puedo más!, era porque verdaderamente ya estaba muy mal. Sentada en el coche, ahí sí, me arrepentí de todo lo que había hecho.

¿Caes en la indignidad?
Sí, creo que sí. Tocas fondo en serio y piensas que puedes, pero no es cierto. Hacerte daño de esa manera ya es indigno, así como esconder qué te pasa para que no te lleven a un doctor, por ejemplo. Siento tan feo recordarlo, porque me dan ganas de abrazarlas, y me doy cuenta que el abrazo es para mí misma, porque me acuerdo de alguien mucho más vulnerable pero nadie más que tú misma puede; si tú lo quieres, puedes. Nadie te puede ayudar y si no lo haces tú, te vas a morir.

Tienes un tatuaje en la muñeca izquierda, ¿qué significa?
¡No puede ser que lo hayas visto, qué fuerte! Me lo hice después de todo esto… y me lo hice para que siempre recuerde que sólo hay que respirar. Significa mucho para mí. Dice BREATH, junto con una estrella: RESPIRA.

Realmente respira, me recuerda respirar porque estoy aquí… y la estrella es porque las estrellas para mí son algo importante, porque siempre he creído en su magia y cumplen deseos. Durante mi enfermedad siempre le pedía a una estrella: “Sácame de aquí”… y la estrella me enseñó que si respiraba, podía salir de ahí.

¿Con qué te quedas de esta plática?
Me quedo con tu corazón. Nos abrimos mucho. Es más que una plática, me diste confianza y si realmente quiero hacer algo, es importante haber tocado este tema contigo. Hoy he dicho cosas que no había podido decir. Gracias.

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